lunes, 1 de octubre de 2012

Escrito al amor.

Dime cuántos sueños más debo esperar para que seas realidad... O si ya lo de soñar no es una posibilidad...

Dime si te puedo enamorar y juro con mi vida nunca hacerte naufragar en el mar de soledad...

Déjame besarte hoy una vez más para que el viento entienda que, sin alas, también se puede volar.

Dime si es verdad que estarás a mi lado a lo largo de la eternidad o si prefieres que sea un misterio más de esos tantos que trae consigo la vida sin siquiera preguntar.

2 comentarios:

  1. Se trata de esperar, pero se trata también de entender que las señales a veces se parecen poco a lo que uno dibuja en sueños. Permíteme ilustrar esto que te trato de decir con un ejemplo muy personal y tal vez difícil de entender:

    Durante 18 años mi vida brilló casi ininterrumpidamente gracias a un amor no humano. Entiendes de qué hablo, ¿verdad? Amores infinitos y puros que no hablan español, no usan cubiertos, caminan en cuatro patas y andan por ahí felices en su peluda desnudez. Tal vez pasaré toda mi vida calculando sus dimensiones... Pero ese no es el punto. El punto es que en varias oportunidades, cinco, si la memoria no me falla, ella me dio lo que, en su naturaleza, era el más grande regalo que podía darme. Un regalo que, en otras circunstancias, sería fundamentalmente horroroso. Para más señas, diré que es lo que, al hablar de sus primos más grandes en ciertos canales sobre la la vida salvaje, los narradores llaman “su presa” o “la presa”.

    Cinco veces pasó, cada una de esas veces más idéntica a sí misma que la anterior. La “presa” en mi cama y al lado ella, con una adoración casi infinita en sus ojos, esperando que yo despertara y recibiera el regalo. Un escenario complicado, al menos la primera vez. El debate interno, sin embargo, era sencillo: Podía gritar horrorizado y regañarla por hacer lo que su naturaleza le indicó que sería hermoso para mí o podía al menos intentar aceptar el amor que había en el horroroso regalo y hacerle saber que su amor era, como siempre, bien recibido... A pesar de las diferencias en nuestras formas de ver algunas cosas... Insisto: El escenario en sí era horroroso, como podrás imaginar, pero el amor le dio el toque necesario para que el horror fuera apenas un detalle y el regalo fuera, en definitiva, un regalo.

    Si hubiera gritado; si la hubiera regañado por... Pues básicamente por ser quien era, hoy estaría dándome con el puño cerrado en el cráneo todos los años que hicieran falta para sacarme la estupidez de adentro.

    Tal vez, espero, este extraño ejemplo te sirva un poquito en algún momento de tu vida. Y si no, pues no importa. Estoy en paz con mi locura. :P

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