lunes, 1 de octubre de 2012

Absurdo.

Absurdo es que un país pose sus esperanzas en un voto, cuando ningún gobierno de régimen dictatorial o comunista ha salido mediante métodos democráticos. Jamás. En la historia universal de la humanidad eso ha existido.

Absurdo es que un pueblo proteste porque tiene hambre, porque falta educación, salud, transporte, trabajo e infinidad de necesidades básicas, pero cada hogar venezolano tiene televisor con, mínimo, cien canales, teléfonos inteligentes, consolas de videojuegos, zapatos y ropa nuevos, fiestas, celebraciones y otras "cositas" que no son indispensables para la vida del ser humano, que provocan la muerte...

Absurdo es que una familia haga grandes sacrificios para costear los estudios de sus hijos y que, llegado el momento de la graduación de los muchachos, no haya empleos dignos para ellos que recompensen tanto esfuerzo por ambas partes.

Absurdo es que te maten por un par de zapatos, por una tarjeta telefónica, por envidia, por placer, por distracción...

Absurdo es tener miedo de salir de tu casa... Miedo a no regresar, miedo a perder a tus hijos, a tus padres, a tu pareja, a tus hermanos, sobrinos, amigos, vecinos, conocidos... Miedo a que sigan muriendo desconocidos. Miedo a no tener trabajo en algún momento, miedo a perderlo todo... Miedo a tener miedo.

Absurdo es que todos estemos conscientes de lo que está ocurriendo en este país tan bello y sigamos dándole una oportunidad a quien ya ha tenido demasiadas, sabiendo que hay gente que aún espera por la primera.

Absurdo es seguir confiando en alguien que nos ha engañado y pensar, sentir, creer, que esa persona nos ama, a nosotros y a Venezuela, sabiendo todos que, quien realmente AMA, no engaña.

Absurdo es llorar porque tu hijo o tu hermano murió víctima de la violencia y, aún así, querer que las cosas sigan como están en vez de darle la oportunidad a otra persona para que intente provocar un cambio.

La vida es cambiante. Nada se está quieto o estático, todo se mueve, todo evoluciona... Hay que dejar ir para poder recibir.

Date la oportunidad de ser ese cambio que quieres ver en el mundo.

Vota. Pero si el voto no funciona, sigue luchando. No te quedes de brazos cruzados.

Un pueblo que no fue lo suficientemente valiente para enfrentar a su gobernante permitió que una sola persona acabara con la vida de miles de hermanos judíos... Otro pueblo cobarde hizo que nuestra Madre Patria enviara a tantos jóvenes a este continente que, con brazos abiertos, los recibió. Tantos países se han arrepentido de la cobardía... Tantos han vivido guerras...

Si quieres paz, prepárate para la guerra.

Nos vemos en La Haya, HC.

2 comentarios:

  1. Prometí que iba a tratar de estar a la altura del gesto que representó que decidieras volver a escribir aquí porque este extraño te lo sugirió. En ese orden de ideas, comenzaré por este final, que resulta, tal vez no por casualidad, la respuesta más peligrosa por el contenido de aquello a lo que respondo y por el momento en el que lo hago.

    Es ya un lugar común decir que la pasión es fuego. Se dice que quema, se le dibuja, tanto en palabras como en imágenes, como una llama. En este caso, la sabiduría convencional está en lo correcto. La pasión es una llama, es fuego. El fuego alimenta, nos mantiene vivos, la chispa quema el combustible y tenemos energía; nos movemos con el fuego. Por dentro, nuestra pasión cumple una función parecida a la que le hemos dado al fuego que hemos domesticado: Nos empuja, nos lleva, nos regala el calor y ¿por qué no decirlo? nos da esas pequeñas quemaduras que a veces necesitamos para seguir adelante.

    Lo que diferencia a la pasión del fuego es que, a pesar de que ambos pueden desbocarse, la pasión tiene otro camino para hacerlo; uno que es mucho más silente pero a la vez reptante. Así como el fuego que se apaga requiere troncos, aceite, carbón o cualquier otro combustible, la pasión a veces también empieza a pedir cosas para crecer. ¡Y lo hace en voz alta, con esa deliciosa seguridad que sólo la pasión contiene en sí misma! He ahí el peligro y he ahí la súplica que pongo en tu mesa: Tu pasión es indiscutiblemente tuya pero, por favor, ten cuidado con lo que lanzas a la hoguera para alimentarla. La inocencia, la ternura, todas las facetas de la bondad, de tu bondad, todo eso mantenlo a salvo. Esto, insisto, es una súplica. Son todas esas y unas cuantas cosas más características que he podido ver sólo leyéndote. No me atrevo a calcular las que no he visto, pero sí asumo que existen y ruego que las trates igual.

    "Quien lucha contra mounstruos debe tener cuidado de no convertirse él en un monstruo. Y si mucho miras a un abismo, el abismo terminará mirando dentro de ti".

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  2. Muy bueno tu artículo Gaby. Aunque hay algo que no me quedó claro: en el primer párrafo, ¿estás refiriéndote a la Venezuela actual?, ¿quisiste dar a entender que en Venezuela estamos viviendo en un régimen dictatorial?

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